Bendecir o Maldecir…

Bendecir o maldecir solo da fe de lo que uno mismo cree que es a un nivel más interno e íntimo y el deseo de como quiere vivir. No hablo del acto dicho, escrito o posteado en una red social de buenas a primeras y con asiduidad como el que tiene oportunidad de dar patadas a una piedra caminando por una calle empedrada, hablo del sentir continuo inevitable que se manifiesta interiormente al relacionarme con todo, a ese acto interno, íntimo y personal que se manifiesta al cruzarme con cualquier cosa o persona con la que uno se cruza a lo largo de los días y se experimenta regalando azucenas o regalando espinas, regalando comprensión o regalando juicio, independientemente de si lo exterioriza o no. El acto exterior puede dar lugar a confusión, ser incongruente y actuar, hablar o escribir como no siente verdaderamente aunque con mucho costo, pero el acto interior es inconfundible sin término medio, congruente porque a pesar de mi posible incongruente intento exterior de ocultarlo o disimularlo, interiormente siempre sigue siendo fiel, e imparable porque no se puede evitar de ninguna de las maneras que uno pueda inventar o pensar. Ahí es donde realmente tiene lugar la bendición o la maldición que invitará a la posterior experiencia. Siempre somos más lo que callamos que lo que decimos y ahí en ese espacio que callamos es donde tenemos que tener puesta toda nuestra atención, pues es el lugar donde se gesta la manera en que me voy a experimentar o relacionarme con todas las cosas -con todo lo que conlleva relacionarme desde un lugar u otro- y donde dispongo de la total libertad para relacionarme de otra manera si es que deseo hacerlo.

Miguel Ángel

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